Quizás el protagonista más conocido de todos sea el físico Gordon Gould, quien, tras una conversación con Townes, había escrito varias notas sobre el uso óptico de los M.A.S.E.R. y sobre el uso de un resonador abierto, un detalle que más tarde se hizo común en muchos láseres. Gordon Gould se consideraba a sí mismo el inventor del láser y había registrado sus notas ante notario, pero en la disputa legal que surgió, la oficina de patentes no le reconoció la paternidad del invento.
En 1977 logró un pequeño éxito, registrando la patente del bombeo óptico, y en los años posteriores colaboró en la elaboración de numerosos documentos que describen la gran variedad de aplicaciones posibles para el láser, incluido el calentamiento y la vaporización de materiales, soldadura, perforación, corte y diversas aplicaciones fotoquímicas. En conclusión, podemos decir que, aunque nunca se le ha reconocido la invención del láser, Gordon Gould ha recaudado millones en regalías, tanto por sus patentes posteriores como por los estudios de otros investigadores, quienes posteriormente descubrieron todas las aplicaciones que actualmente conocemos para el láser.